jueves, 3 de octubre de 2013

¿EXISTE LA INDIGNIDAD EN LA EXPRESIÓN INCONDICIONAL DEL AMOR?

                         ESCENA DE LA ÓPERA MADAM BUTTERFLY

                                    Por: Raiza N. Jiménez
A PROPÓSITO Y EN RESPUESTA, A UN ARTÍCULO COLOCADO EN LA PÁGINA: El  VERBO POÉTICO (LOS SURCOS DE LAS PALABRAS)

Mi respuesta:

Querida STELLA MARIS AGOZZINO  

Comienzo por darte las gracias por opinar acerca del amor y colocarlo en esta tu página.
Lo he leído con detenimiento y aprecio mucho la buena intención en los conceptos expresados. No obstante, como terapeuta de parejas y familia creo necesario aclarar, siempre desde mi óptica, respetando las otras opiniones, con las que no estoy de acuerdo, pero que circulan libremente y han sido creadas como el menú del día, para todos los gustos.
Stella, no sé si es de tu pluma, sin embargo, tu escrito a mi entender, tiene muchas  aristas para desmenuzar  y, así mismo, muchos decretos y llamados de atención  al  ego narcisista de esta época, donde los sentimientos se han vuelto  de densidad líquida, al  mejor estilo  prêt-à-porter – listo para usar- que me veo obligada a analizar y dejar mi posición al respecto.
Soy de las personas que creo en el verdadero amor. El amor incondicional, ese que sólo tú, como ser humano dotado de la capacidad para amar,  eres capaz de contener  y expresar sin esperar nada a cambio. ¿Por qué? porque ese amor, es  tu creatura, es tuyo, de tu exclusiva pertenencia y tú eliges dónde lo quieres poner. Creo que hay amores de amores. También soy de la creencia de que el amor no es un juego, el amor es algo muy serio. Por ello, casi siempre, llamo la  atención acerca del  amor y las modas.  Veo en la gente que me consulta una gran confusión respecto a lo que dicen sentir y lo que se supone tienen que hacer con lo que sienten. Casi todas las acciones  están basadas en los criterios de terceros  o consejos extraído de libros de autoayuda- y hay algunos escrito desde  la cordura y la sensatez, pero nunca impositivos-  o  plagados de juegos de estira y encoge.Surtidos de Juegos de poder y control. El amor no sigue esas reglas del ajedrez, el amor es fluir en la energía.  No puede ser un pugilato para saber quién puede vencer a quién.
A mi entender, existe gran  confusión en torno  a lo que se espera de cada quien en el amor y, eso tampoco, es posible saberlo,  a priori, a menos que, ese amor que dices sentir,  sea un acto consumado donde  el autoconocimiento ha llegado a su punto de saturación y ya te conoces, tan pero tan bien, que no hay posibilidad para otros descubrimientos. Eres sabio en asuntos del amor. Pero quizás no tanto, en lo que se refiere a lo que sientes y cómo lo sientes.Esta posibilidad está lejana, no lo creo posible y aquí me Eudomarizo y  vivo, veo, siento  y creo. “Como va viniendo vamos viendo” y nos conoceremos, qué para eso es el noviazgo. Por qué, muy sencillo, hay muchas historias comprimidas de generación en  generación, en un solo individuo. Y, más aún, en dos que deciden amarse con su morrales cargados a cuesta.
Y  aquí llamaré de nuevo la atención entre el sentimiento y la capacidad para darlo o recibirlo libremente. Tal malabarismo implica una historia familiar extensa de acierto y errores, constelaciones familiares llenas de dolores, limitaciones, incumplimientos, abandonos, humillación, rechazos, traiciones, abusos o, en su defecto, plagada de mensajes brujos y de  advertencias demandantes. Tipo: “haz  lo que quieras, pero siempre que lo hagas cómo  yo te lo digo”, contradicciones, por demás, generadoras de sentimientos de culpa e incapacidades para ser y hacer. Castración, pues.
 Por otro lado, es posible que todo  en la familia de los amantes, haya sido color de rosa y entonces esta perorata no tenga sentido y todos viviremos felices como las lombrices.
Pero, lo que veo y  vivo, no es así, y, además, nunca lo será porque la vida en sí es polaridad. Aquí  se me vino a la mente  El Profeta de Khalil Gibran. Y sus respuesta duales respecto a las relaciones y la vida.
 Todo es dual. Reímos y lloramos, existe el vacío y el lleno, nacemos y morimos, amamos y odiamos, así seguimos en la dualidad universal. Entonces, porqué le ponemos tanto peso al arte de amar,  si este acto es sólo  otra parte del estar vivo. Asomo  y asumo esta respuesta: nos vendieron El Paraíso y no existe linealmente. El Paraíso, mí Paraíso  puede llegar a ser algo tan simple como un beso deseado del hombre o de la mujer que amo.
Por otro lado, me asombra la que facilidad  con la que gente se pone un vestido de “te amo” y otro de “te odio”.  Por Dios, el amor es un don del que estamos inexorablemente,  dotados los seres humanos sanos. Y  cuando digo sanos, me refiero a personas que no tengan graves afecciones en su lóbulo frontal  o que hayan sido sometidos a fuertes traumas emocionales o físicos durante sus vidas. Golpes, violaciones, torturas, guerras, desamor familiar, abandono y  la lista es larga.
Los amores no pueden ser manejados mediante  recetas de una revista Cosmopolitan. Si lo sabré, que trabajo con hombres y mujeres  perdidos/das  en y por el amor.En ocasiones yo misma me he perdido y reaparecido en otro planeta y encabezando una lista de querencias. Cada quien ama de la manera que aprendió a amar en su entorno, el amor se aprende al igual que se aprende a hablar un idioma.  No andas con un recetario viendo cómo vas  amar cuando crezcas.
El acto de vivir  y sus resultados darán cuenta de lo aprendido y si hay conciencia  desarrollada de lo que somos y  nos funciona,  buscaremos ayuda y asumiremos compromisos de cambios individuales y personales,  si es lo que realmente, deseamos.
En tal sentido, todo proceso  de sanación  obedece a una toma de conciencia, que no se decreta, se impone, se demanda o se obliga. De hecho, cada persona lleva una historia a personal a cuesta y sigue su naturaleza emocional  y espiritual aprendida.
Cierto es, que existen muchas frases hechas que nos parecen encantadoras, pero la madeja de los sentimientos humanos son un intrincado laberinto que no se sana con recetas de la botica de la abuela.
No quiero pasar por alto, una palabra que sacamos de la manga cuando queremos imprimir dramatismos y coerción, a alguna conducta o intención de los otros de hacer lo que le venga en gana -me refiero a los adultos- la palabrita en cuestión es: DIGNIDAD.
Tengo claro que sí se pudiera conjugar sería el verbo utilitario más provechoso para los  opresores. Y, hay que ver que, se han vendido libros con ese titulito y otras recetas parecidas. Veamos entonces, que es la dignidad = cualidad  de digno. Para Platón= autonomía, para Kant = racional. En otras partes, aparece como la capacidad de autogestionarse con plena libertad y autonomía.
Entonces, y aquí viene mi pregunta, para cerrar: ¿De dónde nació la idea de que amar a quién uno le dé su realísima gana, es un acto de” INDIGNIDAD”?
La mesa está servida para los doctos en el tema.
Otras consideraciones acerca de la pertinencia o no de ese amor, para quien lo vive y lo sufre podrían hacerse, en todo caso, no desde afuera, pero con los protagonista del hecho llamado “AMOR INDIGNO”.
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Nota al margen:
No fue hasta hace mucho que entendí  a plenitud el drama de un paciente- americano de origen mexicano- que tuve hace años en  un Hospital en Arizona. Él era un hombre de unos 30 años, profesional de las finanzas y  prospero,  a quien la esposa le planteó el divorcio porque ya no lo amaba. Aquel  hombre estaba deshecho, descompuesto, triste, lloroso y suplicante. Nunca había visto un ser humano más compungido que él. De repente, se arrodilló ante mí para pedirme que hablara con ella, para que volviera, que él le daría cualquier cosa que ella pidiera. En la inmensidad de su dolor, no tenía  noción de su pedimento, ni de mi papel terrenal en el asunto. Poco a poco, el entendió,  sin juegos, censuras,  ni recetas mágicas que tanto ella como él eran dueños de sus sentimientos y sus actos. Hoy al mirar hacia atrás no dejo de sentir su dolor como si lo estuviera viviendo. Era un dolor, posiblemente, lleno de limitaciones e ignorancia, pero esa su dolor y era real, pero nunca INDIGNO. rnj/02/10/2103