
"El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad."
Albert Einstein (1879-1955)
Por: Raiza N. Jiménez/
En días pasados, el padre Javier Escalante, de la Diócesis de San Cristóbal, sugirió
el uso de agua bendita para limpiar las calles de Venezuela y librarnos de energías
perversas. Pues bien, él sabe de lo que habla y es muy acertado en su
invitación.
Pasaré a explicar, para los que no los conocen,
algunos elementos de orden espiritual y
astrológico que influyen en los procesos de nuestro país y los cuales, así mismo, nos afectan directamente y afectan a la madre
tierra donde nacimos.
Venezuela
es un ente sintiente, un cuerpo orgánico, vivo y refulgente, que vibra energéticamente
con los astros mayores: el Sol y la Luna. Esta tierra nace bajo el influjo de
la Luna, en el signo de Cáncer. Está magnetizada por el elemento agua, por tanto,
de sus entrañas fluyen libres y copiosas las aguas, posee grandes reservas del “sagrado”
líquido, el mismo que corre libre y
salvaje por la plenitud de su cuerpo. Bendecida
es, por tener unos de los elementos indispensables para la vida terrestre en
abundancia.
Nace
esta tierra de gracia, de leche y miel, un 5 de julio de 1811. Ese magnético
día, tuvo lugar el despertar de su nueva historia, la que haríamos sus hijos
libres. La pequeña Venecia dio paso a una resurgente nación. Renacida en la
plenitud de su libertad. Libertad hecha a pulso, en cada una de las batallas que
libraron sus hijos, quienes fueron guiados por la providencia en la consolidación
de un fin altruista. Hombres, consustanciados con el deber y el honor de salvar
la patria, se animaron y enlistaron en la causa de la liberación de la madre tierra,
la expulsión del invasor y el enemigo. Fueron éstos, hombres valientes, viriles y probos. Ellos entendieron
y atendieron, el llamado de la maternidad e iniciaron y consumaron en logros la
conquista del bien sagrado de la libertad. Fueron los amados hijos, los nacidos
del vientre de esta mujer, patria y suelo, los que entregaron la vida por
salvar a su madre y darle a la descendencia- sus hermanos- el derecho de pisar
y transitar en una tierra libre.
Ninguna madre pudo estar más orgullosa, por
esos hijos que, ungidos por sus bendiciones, la llenaron de gloria y
preservaron su honor con valentía y compromiso. Nuestros libertadores, que así
han sido llamados, con Simón Bolívar al mando, entregaron su empeño y su sangre para darnos el
derecho de nacer y de ejercer nuestro gentilicio de ciudadanos, con derechos de
ser llamados venezolanos y, así mismo, de nacer en tierra libre de esclavitudes
y sujeciones.
Ahora
bien, hoy, después de haber crecido como nación, con altos y bajos, nos
encontramos en una vil y triste encrucijada, la de liberarnos nuevamente de distintos
invasores. Para vergüenza de nuestra madre, son sus hijos acompañados de
extranjeros y ajenos, quienes osan mancillar su nombre y violentar su paz. Venezuela ha sido contaminada en sus entrañas
por el virus de la traición, han sido sus hijos, quienes han alzado la espada
de la muerte, para negar y desconocer a la madre y entregarla a extraños
desalmados invasores que, en usurpación de un magno poder, la desangran y violan cruentamente su cuerpo
de madre, hija y nación. No ha habido respeto, compasión ni compostura, la
barbarie ha tomado la vida y hoy prevalece la muerte. Sus calles están bañadas
de sangre joven y sus cárceles concurridas por valientes hombres que, son
hechos presos y torturados, por defender
el llamado de libertad que, a gritos pide la patria. Los venezolanos están dejando sus vidas y
dignidad en manos de cancerberos innombrables. La patria se desangra y ahora la
batalla es por la VIDA.
Nota:
le dejo a los buscadores la tarea de abundar sobre los efectos e influencias de
la Luna en los seres vivos y el haber nacido bajo el signo de cáncer. Así
mismo, la relevancia y consecuencias de ser un país femenino, Madre, cuyos
hijos se muestran en una ambivalencia característica de la dualidad en el ser,
de la enajenación, del carácter y de los vicios de consciencia que borran del alma
y la conciencia, el mandato expreso de los valores universales que son de
estricto cumplimiento, para todos los hombres de bien.