martes, 23 de septiembre de 2014

LACÁN: URDIMBRE DEL VERBO Y EL SENTIDO (LAS PALABRAS: MÁS ALLÁ DEL DIVÁN)






RESUMEN.-

El presente trabajo tiene como propósito el abordaje contextualizado del verbo de la palabra en el texto que emerge de la relación o encuentro que se da entre el sujeto que interviene y el sujeto que es intervenido en el momento terapéutico y en cualquier otro tipo de encuentro interpersonal. Se hace énfasis en el contenido o significado del habla y del hablante tomando en cuenta que todo acto de habla es el producto de un proceso de construcción e integración que se genera en contacto con el ambiente cultural y con los intercambios que los individuos realizan entre sus pares. Efectivamente, este intercambio relacional siempre existe, así mismo, el vinculo entre la palabra y el concepto está tan ligado como el vinculo entre el lenguaje y pensamiento o idea.

Luego nos detenemos a explicar sucintamente, el encuentro transferencial y contratransferencial que tiene lugar a partir del abordaje psicológico que se da en el ámbito de la consulta, donde interviene el verbo del analizado y la interpretación verbal y simbólica, que de sus palabras elabora el analista. La inclusión del abordaje psicoanalítico se asoma como plataforma innegable donde los mencionados procesos encuentran su justa dimensión en el descifraje del verbo, de la palabra.
Finalmente, abordamos tangencialmente la importancia de la palabra en relación al relato de vida, de la vida contada a otro que forma parte de esa vida y, por tanto, es capaz de reconstruir la historia y convertirla en un texto que de cuenta de vivencias y experiencias, la mayoría de las veces familiares para el que la escucha y la reproduce.

1. LAS PALABRAS: VINCULACIONES DISCURSIVAS.

Según Husserl...El lenguaje es algo más que un conjunto de sonidos que denota experiencias.(1)Las relaciones o encuentros interdisciplinarios (2) parecen ser una práctica que se está haciendo cada vez más común. La necesidad de una convergencia que contribuyan a generar múltiples posibilidades a la hora de dar respuestas en la solución de los fenómenos humanos está marcando las pautas del encuentro entre las disciplinas sociales. La complementariedad se ha estado gestando entre la semiología “... o ciencia general de todos los sistemas de signos (o de símbolos) gracias a los cuales los hombres se comunican entre sí” (3) y la antropología, la psicología, la sociología y en fin, con las otras ramas de las ciencias. Esta nace a partir del impulso general que induce al humano a realizar la comunicación y a utilizar el lenguaje, como forma de trascender. La lengua  (4) , el habla (5) como vehículo para la expresión humana, que va de lo trivial hasta los más profundos rasgos de sus sentimientos, son cuestiones que conciernen indefectiblemente a las ciencias sociales y a la historia del hombre. La lengua (6) constituye la realidad inmediata del pensamiento, sin embargo, lo que más nos interesa es el habla, ese acto individual sui generis, inscrito dentro de la lengua, pero con su triste individual. Importa la lengua en tanto que vehículo de los actos de habla, y para conocer como el hablante hace uso de la lengua para establecer comunicación interna y externa, consigo mismo y con otros.

            Para simplificar lo que venimos expresando, creemos pertinente introducir la separación que establece Saussure (7) respecto al habla y lengua.  1.) Se separa lo individual de lo social y 2.) Lo esencial de los accesorio o accidental; 3.) Así, la lengua es el producto  social y no individual, aunque, el sujeto lo registre inconscientemente, por tanto, este acto de asimilación es irreflexivo e involuntario. En el habla, sucede lo contrario, el sujeto o hablante hace uso de su voluntad e inteligencia para combinar los códigos de la lengua para expresarse en forma individual a través de la utilización de mecanismos psicológicos.

            Como bien lo señala Spirkin “...Cuando el hombre posee un lenguaje ya formado, el pensamiento cobra vida sobre la base de la lengua, se expresa y perfecciona mediante las formas, de la lengua, utilizando la estructura gramatical de la proposición típica para el sistema lingüístico del pueblo dado”.(8) En este sentido, la lengua (9) como expresión de los sentimientos del hombre, mediante su acción oral o escrita y la influencia que ejerce sobre el objeto, son cuestiones que conciernen a las ciencias humanas, por cuanto, ...El lenguaje sirve a la sociedad como un medio de enlace entre los hombres, como un medio para el intercambio de ideas dentro de la sociedad, como un medio que da a los hombres la posibilidad de comprenderse entre sí”.(10)

            En el caso de las ciencias psicológicas y, específicamente, del psicoanálisis, ésta condición se hace más evidente e insustituible, por cuanto, la palabra es el medio por el cual el analizado se expresa (asocia) y el analizador interpreta. Estos conceptos toman forma y dan cuerpo al sentido en función de la palabra.

            Según Icho se hace necesario en la práctica social retornar a la  oralidad, así expresa “...restituir la palabra a su valor de evocación nos conduce a introducir al sujeto en el lenguaje de su deseo. Lengua primera en la cual más allá de lo que nos dice de él, nos habla sin saberlo”.(11) Este argumento cobra mayor relevancia cuando lo enlazamos a la concepción psicoanalítica, de un inconsciente estructurado como lenguaje. En este sentido, la meta de la terapia consiste en hacer consciente lo inconsciente, a través del lenguaje. Se dice que el inconsciente es un terreno que tiene existencia real, en la medida, en que, por medio del proceso terapéutico se logran cambios o modificaciones de la consciencia en el sujeto. De allí que la función del lenguaje se estructura de acuerdo al orden en que el inconsciente realice los juegos de encadenamiento. En el momento terapéutico, por medio del juego de lenguaje, la asociación libre entre ellos.          Pero no sólo tiene, el lenguaje,(12) la virtud de participar como ejecutor del afloramiento de lo reprimido, durante el proceso analítico, otro rol protagónico lo guía, a la hora de hacerse vehículo, mediador de la narración de una vida. Obtener una historia de vida,(13 ) relato es hacer uso del lenguaje y del habla. Esto es posible porque como lo señala Lorenzer “...los juegos de lenguaje son los componentes elementales de los procesos de la consciencia, así como, de la acción,(14) que despliega el sujeto de análisis en el proceso de simbolización y desembolización. El lenguaje permite acceder en el presente, aquellas  situaciones, recuerdos, dramas, sucesos que están en el pasado en la imaginación de los sujetos, en esta elaboración su valor potencial es incalculable. No sería posible mantener una estructura consciente sin el auxilio del lenguaje. Sin el recurso narrativo, como expresión de la lengua toda forma de recuerdo serían solo pedazos archivados sin rememoración histórica - espacial.

            Haedfner Gerd (1983) parece coincidir con esta idea cuando subraya refiriéndose a la fuerza y efectividad de lenguaje lo siguiente “...Todo lo penetra naturalmente el hecho fundamental de que el espacio del recuerdo y hasta de la vivencia solo mediante la comunicación lingüística se abre más allá del marco de mis recuerdos y vivencias personales hacia el pasado y hacia lo que ocurre en todas partes”.(15) Es así  como todo aquello tanto en el ámbito de lo real como de lo  imaginario puede patentizarse por y en lenguaje. No hablamos o nos referimos, sólo a lo que ha pasado o está pasando, también la grandeza del lenguaje nos permite deslizarnos sigilosamente hacia lo subjetivo, lo que toma existencia en nuestras mentes, como la poesía, el verso, el canto y todo lo que como bien, lo dice Wittgenstein “...Todo fuego de lenguaje descansa en el hecho de que puedan reconocerse de nuevo las palabras y los objetos” (16) y esto ocurre así, por que el proceso de socialización mediante el cual se  estructura el lenguaje y se aprehenden los símbolos, implica repetición, familiarización de ellos, por la interacción con los otros. Existe en el lenguaje una doble dimensión sujeto - objeto y una objeto - sujeto y de esta manera sé internaliza el lenguaje. De allí la importancia de considerar la contextualización del sujeto y su verbo, no sólo a la hora de abordar el análisis de su discurso con intenciones terapéuticas, sino como expositor de una lengua en la que se es copartícipe para poder entender e interactuar efectivamente con otros.

            Cabe en este momento hacer una disgresión para explicar que entendemos con Todorov (17) por lengua un sistema abstracto (conformado por un léxico vocabulario - palabras), reglas gramaticales para elaborar frases y al discurso a esa manifestación concreta de la lengua que se produce en un contexto particular, con la intervención de elementos lingüísticos, propiamente dichos, y las condiciones de producción, lo cual incluye, espacio, tiempo, interlocutores, intereses, necesidades y motivaciones) y las relaciones entre los elementos extralingüísticos. Así, el  discurso deja de ser frase para ser enunciado, lo que se enuncia.  A partir de tal, precisión, surge la necesidad de una reflexión enunciativa, en torno a la certeza - planteada por Wittgestein - de que soy entendido y me hago entender. Veamos con su ejemplo que nos dice al respecto “...Cuando el niño aprende el lenguaje, aprende al mismo tiempo lo que es preciso investigar y no investigar. Cuando aprende que hay un armario en la habitación no se le enseña a dudar de sí lo que ve más tarde es todavía un armario o solo una especie de decorado”. (18) En este sentido, pensamos que tal certeza no puede saltar a la inminente contextualización del acto de habla y que los contenidos lingüísticos no pueden realizarse nunca, sin referencia al medio en el que funciona la lengua de los hablantes y los hablados. Todorov se hace eco de este planteamiento cuando apunta, además, que “...de igual manera, las palabras y las proposiciones adquieren al insertarse en un discurso, un sentido más particular que aquel que tienen en la lengua”(19) . De tal reflexión, puede extraerse la idea de que la lingüística no se puede abordar sin tomar en cuenta los problemas sociológicos, psicológicos, históricos y culturales del hombre que ejerce su labor terapéutica o investigativa y del sujeto que es objeto de ésta. Así, se puede decir, que toda práctica social no es más que una práctica semiológica, ya que funciona inmersa en el proceso social e histórico, por tal razón, el discurso del hombre está determinado por el sistema social que lo circunda y por el sistema de significantes en que tal discurso se produce. Ante esta realidad, cobra fuerza la propuesta del Enfoque Complementarista, que permite el abordaje del comportamiento humano en el prisma de diversas interpretaciones contextuales . En el caso de la teoría Psicoanalítica, tal como hemos venido esbozando, la práctica terapéutica del análisis cuenta con el recurso de la palabra como medio de expresión de contenidos elaborados por el analizado e interpretados por el analista a la luz de la palabra. En el caso de la  historia de vida y de los relatos, es también, la palabra (sin despreciar el cúmulo informativo de las fuentes secundarias) lo que hace de la vida un documento presencial de la historia vivida. Lo hablado por quien narra su vida, su testimonio es la materia primaria para el análisis.
           
Según Huneeus “...uno de los problemas mayores que encontramos los psicoterapeutas es tener que entender la definición que la persona hace de sí mismo, y esta definición viene en palabras”.(20)  Ciertamente, de esta dificultad estamos conscientes, sabemos que en discursos analizado, o del entrevistado habla el sujeto y paradojalmente habla también ese otro yo del sujeto que es su inconsciente, y es justamente ésto lo que hay que interpretar. En el encuentro psicoanalítico, el analista está atento a la palabra del analizado. Este mismo proceso se produce en la metodología de la Historia de Vida, donde la dinámica (audio - parlante) se explica por un sujeto que expresa y un sujeto que recopila la expresión testiomonial con fines, que pueden ser de características diferentes al análisis terapéutico. Sin embargo, en tanto que se trabaja con seres humanos que hablan, al igual que en psicoanálisis, la Historia de Vida privilegia la oralidad, como forma  común que hace la comunicación en experiencias. Ahora bien, por cuanto el análisis de las historias o contenidos orales, envuelve la palabra, no puede llevarse a cabo, sin contexto, sin referirse al medio sociocultural en el cual funciona la expresión o lengua del sujeto que cuenta su historia. Esto funciona de tal manera, porque el lenguaje es la forma más perfeccionada de comunicación de la vida cotidiana, lenguaje este que el hombre ha hecho suyo, en un proceso interactivo y simbólico que cobra fuerza en la relación significante - significado (21) legitimados en la práctica de la vida en sociedad. Esta característica lleva a pensar en la dificultad que enfrentan los investigadores sociales al intentar descifrar o generar respuesta epistemológicamente validas a partir de un hombre parcelado o simplemente, restringir su campo de estudio a los parámetros de una sola línea de saber científico. La palabra como hemos visto trasciende los límites de un solo discurso, se hace necesario, para el análisis de lo humano el encuentro convergente con otros discursos. Es así como la antropología, la psicología, la sociología, la filosofía han venido acercándose a la semiótica buscando contextualizar  la dimensión de sus discursos. En psicoanálisis, por su parte, ha desarrollado serias estrategias para llevar a cabo la deconstrucción del testiomonio de la persona en análisis. Para lo cual se ha acercado a la semiología o semiótica para fortalecer las formas estructurales del análisis. Por otra parte existe la fuerte convicción de que sin el concurso de otras fuentes de información, el análisis sólo será una parte representativa de un problema, que podría ser abordado con criterio de rendimiento, si se asumiera una actitud científica de apertura interdisciplinaria generalista y se estimase al hombre en su dimensión cronoholística humana. Ante tal propuesta es conveniente dejar en claro, que tal posición no debería ser privativa del Psicoanálisis, en vista de que situaciones similares se han venido presentando con otras ramas del saber, entre ellas la Sociología y más específicamente, la metodología de Historias de Vida, la cual no escapa de esta observación. En este sentido creemos en la pertinencia de aunar esfuerzos interdisciplinarios con tendencia complementarista para el abordaje más exhaustivo de la narración histórica, las historias de vida, las prácticas sociales implícitas en los modos de vida, en fin, para todas aquellas actividades en las que están ocupadas las ciencias humanas como resultado de la acción del hombre.

2.  GLOSA LACANIANA
           
El escenario donde se despliega el acto o encuentro psicoanalítico es el mundo testigo del intercambio entre el analista(22)  y el analizado. Es este un fenómeno de índole complementaria, en el cual se  comprometen tanto el desamparo del analizado actor en el arte de exponer su historia y el analizador abierto como espectador para conocer la trama, esa gestada en la historia añeja, hoy remozada en su amparo y desde su inclusión co-participante. Como descifrador de símbolos significantes de una verdad reprimida para él y para el otro, tendrá en sus manos la deconstrucción del caudal informativo emanado del encuentro para ofrecer un develamiento, en dos o más, la del analizado y la que el ha transitado consigo mismo. El papel del analista (23) es uno muy complejo, su principal actividad es descomponer el material bruto que aflora en el momento psicoanalítico para encontrarle el sentido oculto. La verbalización del analizado(24) como producto de sus sueños, asociación de ideas experiencias, es objeto de análisis. Pero no sólo eso, esta entrega de material relevante mediante el proceso transferencial, a ese otro que va servir de receptor o depositario y a la vez de mediador del saber. Conocido no pensado como dice Bollas, al referirse a lo inconsciente. En esta interrelación simulativa  de la primaria se genera por un proceso transferencial una “neurosis transferencial”, que se convertirá en el medio para abordar la primaria e intentar la cura. En este intercambio (de doble entrada y salida) el analista es a su vez analizador y provocador de lo imaginario. Lapassade, opina respecto a este proceso que el cambio detenido por la intervención psicoanalítica se vincula antes que nada, no a la interpretación analítica, sino a todo aquello que tanto en la cura como en el memorial y la transferencia tienen función de analizador. Esta concepción abarca a todo aquello que pueda arrojar luz al proceso. En este sentido, pensamos en todo lo que ocurre en la contratransferencia dentro del analizador, ya mencionado por Devereux. Para el análisis de este punto nos apoyaremos en el criterio transferencial desarrollado por Lacan para quien la transferencia sigue teniendo el papel central en el análisis del sujeto, a quien el designa con el nombre de analizando.

            La transferencia dice Lacan “...es un fenómeno en el cual están incluidos conjuntamente el sujeto y el psicoanalista. Dividirlo en los términos de transferencia y contratransferencia, por mucha que sea la audacia, la desenvoltura, de las declaraciones que se permiten algunos sobre este tema, siempre es una forma de eludir la cuestión.” (25) Lacan estructura la transferencia en cinco aspectos para él fundamentales, estos son: a) el sujeto supuesto al saber; b) el amor de transferencia, c) el deseo del psicoanalista, d) el final de la cura, y e) transferencia e interpretación.  Estos 5 elementos son reunidos en dos ejes: 1) conectar al sujeto con el  saber sostenido por el significante y 2) el objeto  que da al analista la oportunidad de tratar las resistencias. Veamos como opera cada uno de estos cinco aspectos. El sujeto supuesto al saber: se considera al inconsciente como saber, que se conecta a un sujeto que “debe” llegar a conocerlo. A través de la transferencia el sujeto puede por medio de la libre asociación volver a la palabra los significantes inconscientes. “...La transferencia introduce ese objeto en el discurso analítico, es decir, en el lazo social que se establece entre el analista y el analizante.” (26) Esto se da si el analista no toma el lugar del otro o lugar del saber. El amor de transferencia: La presencia del analista produce un choque inicial como presencia ajena ante la palabra el saber, que luego se desplaza hacia el amor cómplice, cuando el sujeto supuesto a saber, acepta saber, y lo que desea es de su acceso por la significación de la repetición. Lo que se repite alude al deseo. El deseo se traslada hacia el analista y es amado por ocupar el lugar de lo que se desea saber. El deseo de psicoanalista. Este paso es bien demarcado por Freud cuando habla de la neutralidad del analista. Para Lacan el deseo es alienación, es interpretación en tanto que deseo del otro. Su “...deseo es horadar el misterio más allá del muro del lenguaje.” (27) El final de la cura: La cura es posible cuando el analista tiene acceso al análisis. Así la transferencia se transforma en saber sobre el objeto que causa el deseo, donde ahora el analista no es el destinatario. Transferencia e interpretación “...Reencontramos acá lo que opone, por una parte, la dialéctica de la palabra entre el sujeto y el otro por la cual lo simbólico permite el acceso del sujeto al deseo y, por otra, la traba de la transferencia, que viene a interceptar este acceso mediante sus fenómenos que marcan el cierre del inconsciente.” (28) Este es el proceso mediante el cual la cura aparece. La interpretación es la forma en que el analista actúa sobre lo simbólico. La cura viene a ser entonces “...un proceso fundamentalmente intersubjetivo en el curso del cual el sujeto es llevado a reestablecer la continuidad de su historia que el síntoma interrumpe.” (29)

                En este sentido, la cura se produce porque ofrece una significación a lo que permaneció “allá y entonces” reprimido para el analizado. Aquí ubicamos todas aquellas experiencias dolorosas que se prefieren inconscientemente desconocer; pero que pugna por hacerse evidente y de hecho lo hace a través del síntoma. Síntoma que encuentra su significación a través de la verbalización.
           
   Lacan (1953) se plantea la existencia del psicoanálisis a partir del lenguaje, así si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, entonces, el psicoanálisis es posible. Parte de la idea de que la tarea Freudiana sobre lo inconsciente fue de desciframiento. Freud descifra los contenidos del inconsciente y sus mecanismos de defensa. Otro aspecto notorio es que la acción del psicoanálisis se hace sobre un síntoma, pero por medio de la palabra del analizado, esta que luego es interpretada por el analista. Lacan parte del estadio del espejo para explicar la teoría del yo (moi). Piensa que en él hombre se da una alienación imaginaria que tiene que ver con la forma en que estructura su yo. Un yo escindido por esa imagen de otro (la del espejo) y yo. Así, el yo no está unificado, es un desorden de identificaciones imaginarias al igual que en el modelo Freudiano (yo - ello- super yo). El yo en Lacan tiene una dimensión simbólica y una imaginaria. Lo simbólico se estructura en la palabra y el lenguaje. La palabra actúa como mediadora entre los sujetos, por eso, cuando el síntoma, que es simbólico, se hace palabra se resuelve lo imaginario, lo resuelve a través del imago (30); así el yo y lo otro pueden coexistir a razón de la imago.

            Ahora volviendo a la vertiente del lenguaje, Lacan intenta rectificar un error, según él, cometido por Saussure respecto a la relación significante - significado y no lo contrario. Para Lacan “...el significante actúa sobre el significado, e incluso en un sentido radical que el significante crea el significado, y es a partir del sin sentido del significante que se engendra la significación.” (31) Introduce, así mismo, un término que resume lo simbólico y el sujeto (yo y del otro) este es el otro. El otro siempre está allí, es el tercero en el diálogo entre el uno y el otro. El otro es la referencia entre ambos. El otro es el deseo inconsciente. Es también el discurso del analizado. El pivote más fuerte del enfoque lacaniano estriba en el énfasis hacia el sujeto que habla  y de esta cualidad de ser hablante se derivan las consecuencias de su actuar. Siendo como lo establece Lacan el significado en efecto del significante, el poder de la palabra se hace inmedible, sin embargo, el sujeto que habla no tiene el poder sobre lo que dice, es la palabra, la lengua la que ejerce su poder sobre él. En el discurso entran constantemente en juego metáfora y metonimia, para buscar un sentido más allá. Se dice que uno es hablado por la lengua. Es esta la mecánica lingüística que opera en el inconsciente. Lacan acuña la palabra parletre (hablantese) que dice siempre algo diferente de lo que quiere decir e intenta ser entendido más allá de la mera palabra. Para el no hay metalenguaje “...El lenguaje objeto es una ilusión. No hay lenguaje, hablando estrictamente, que se produzca sin que el efecto del sujeto no esté siempre ya allí.” (32) El descubrir el inconsciente implica el habla, ser hablado. El habla descubre al sujeto, el mismo se descubre a razón de la lengua. De esta manera, la lengua es el gran transformador del individuo; del ser humano. El lenguaje transforma su cuerpo, sentimientos  y necesidades, En este sentido, el analista tiene por objetivo la escucha atenta de lo que habla el individuo  más allá de las palabras. Esto es el acto de interpretación, poder decodificar el sentido más allá de lo que se dice. Por otro lado, en este escenario no hay que perder de vista que el síntoma analítico es un síntoma movido por el habla del paciente, es un síntoma  hablante y se transforma en esto a partir del momento en que es traído al habla y hablado. En este encuentro con lo real se inicia la cura. En síntesis, se sostiene que:

...Con su acto el psicoanalista sostiene que “no hay metalenguaje; de modo que así viene a encarar lo que de real implica el otro de la palabra para el. Para este momento lógico el imperativo es: no interpretar. De este modo el sujeto puede afrontar su división sin la escapatoria metalingüística y el analista encarna la lengua única, la que se habla, aquí y ahora.” (33)
               
Es así como sólo las palabras en contexto pueden desenredar lo que estaba confuso. En la ignorancia de lo que se va diciendo, ambos analista y analizado descubren la verdad en la transferencia, ambos hablan desde lo significantes para significar lo que se dice. El saber se instala en la verdad, al final, para que surja la existencia del sujeto.

3.        LA VIDA SE EXPRESA EN SIGNOS

            En el análisis de la relación cara a cara, que matiza a la exposición de una historia de vida confluyen varios factores, uno de los cuales cobra mayor relevancia, es el lenguaje. El lenguaje contextualizado. De este modo, el uso del lenguaje se convierte tanto entre quien escucha como por parte de quien habla, en un acto de consciencia. La comprensión de este hecho ayuda al objetivo posteior, que es el análisis del texto surgido en tales circunstancias.

            Alfred Schütz, estudioso del tema interaccional señala al respecto que: “...La comprensión de los actos conscientes de otra persona que está comunicándose, en principio, de la comprensión de sus otros actos.”  (34) Y esto, es así, el hombre no puede sustraerse de la realidad que le viene denotada en el lenguaje. Una realidad que estará representada en su mundo, en tanto que lugar para el lenguaje. Todo el esquema referencial de las experiencias humanas tiene su constitución en el mundo de las interacciones dispuestas estas, en vivencias. El mundo de los significados y de lo significativo discurre a través del lenguaje.      El mundo, el universo es entonces, habla, significa la palabra. A partir de allí está lleno de su significado y de su sentido, el cual es variable a través de la historia. Su interior es igual a su exterior, es habla, es letra. “...La letra designa la estructura del lenguaje en tanto en ella está implicado el sujeto.” (34) Es desde, este profuso territorio del lenguaje, desde donde el sujeto realiza sus improntas. Todo aquello  que lo rodea está lleno de sentido y significado que no se agotan, mantienen sus potencialidades para evidenciarse en cualquier momento. El ser muestra su ser con su verbo temporal, que construye con su estadía por la vida y en la medida que habla, que cuenta su vida.

            Para Ferraroti “...Contar la propia vida no es necesariamente un idilio. (...) La interacción que ella implica no es casi nunca un regalo de circunstancias afortunadas. Intenciones, lenguajes, gestos, temas, memoria, estructura de significados emergentes” (35) , circundan el acto narrativo. Ahora bien, es esta contingencia la cualidad relacional que lo identifica al hombre como ser en interacción. Su solo ser ya es una vía de conversación, versar-con otros. De esta manera interactúa con su sola presencia, en su verso común, propio de él y de los otros universal  con los cuales su con-sentido, lo que significa para él y para los otros. Todo lo que circunda al hombre tiene un sentido que se aprehende en lo que ello representa y que se transmite mediante el acto de habla. Es así como la palabra se aprendió en sentido de uso, como lo dijo Wittgenstein, y por consenso. La palabra pelota es la realidad de lo que significa, para el entendimiento con los otros que hablan la misma lengua. Es decir, que, “...El hablante como el oyente vivencian la conversación de manera que por cada parte los Actos de establecimiento o interpretación de significado se llenan y matizan con recuerdo de lo que se ha dicho y anticipaciones de lo que aún se dirá” (36) , sobre la base de un aprendizaje que ambos han tenido respecto a los significados del habla que utilizan en su encuentro. Habla cotidiana, signo común tanto en su sonoridad como en su léxico. En este sentido, todo signo expuesto en su significación de algo, por y desde una comunidad idiomática, tendrá el mismo valor significativo para los miembros de ella. De la misma manera el signo icónicamente representado o denota simbólicamente la palabra. “...Dado que el símbolo sirve para que los hombres tengan, en común, la evidencia apodíctica del ser, la función expositivo - expresiva simbólica es la que constituye y mantiene la comunidad antológica y existencial de los hombres, con dicha posesión común ontológica y existencial de los hombres, con dicha posesión común del ser.” (37) Son los símbolos, o formas simbólicas las que representan al ser en su diversidad y unicidad. La magia de la expresividad en el hombre no se reduce a la exposición del habla o al consenso comunitario de los términos o a la enunciación aprehendida en el verbo. El habla humana va mucho más allá donde la sugestión, la seducción hace su intento de influir en la conducta del otro, el que escucha. La génesis de esa habla, humana, transcendente, se aprehende y expresa en y con presencia, ante otros en su totalidad verbal, en su totalidad social.  Ciertamente, esto es como lo ha venido reseñando Solomón, quien al referirse a la vida social, deja entrever claramente, que no existe lo total social sin contemplar la vida privada o esos momentos que totalizan la vida. Así, dice “...Ni el todo puede ser aislado de la vida, de la cooperación y de antagonismo de sus elementos ni tampoco puede entenderse el funcionamiento de ningún elemento sin tener presente el todo, que tiene su esencia en el movimiento de lo particular. Sistema y particularidad son recíprocos y sólo pueden conocerse en su reciprocidad.” (38) Tal aseveración no hace sino  representar el diálogo o relación dialógica como se le suele llamar al intercambio interconsesual de dos o más que interactúan, en significación  y significando con sus  mutuos signos. Por otra parte debe quedar claro que es así como se conforman la internaciones sociales.  Ahora bien, dentro de este contexto entre la persona que narra su vida y aquella que la escuha se edifica una relación matizada por el sonido de una voz que habla, por un cuerpo que exterioriza, por un sentimiento que pugna por manifestarse, por un mundo objetivo y subjetivo que media entre ambos. La vida, esa que es contada, hablada se expresa en signos unos decibles otros indecibles, unos textuales, otros contextuales y los más simbólicos. Este encuentro hablado es como dice Ferraroti dramático e imprevisible. A criterio de Schütz “El significado del discurso del hablante consiste para él y para su oyente en sus frases individuales, y estas, a su vez, en sus palabras componentes a medida que surgen más después de otras.” (39)  En lo esencial ambos comienzan con un objetivo en la mente cada uno de los participantes tiene el suyo, ninguno de los dos sabe como terminará, respecto de las previas intenciones. Así, pues, es esta una relación de hablantes como designamos, este encuentro de vidas una que habla y la otra que se habla, para no perturbar y escuchar, a ese que habla en todos los demás. En aquellos ausentes, mudos testigos de una vida, no obstante, vivida en común. Pensamos como Ferraroti (1991) que  el silencio de uno permite que la palabra, el sudor, la voz, los significados, los significantes, el rostro, el cuerpo, los ojos, las manos, todas las inmanencias del otro, se tornen vida se torne historia
           
Habermas refiriéndose a Nietzsche en su visión crítica hacia la historia señala “...Solo participando en el plexo de la vida en curso que es la historia puede uno apropiarse teoréticamente la historia (...) El historicismo es la forma en que las ciencias del espíritu se autonomizan frente a la práctica y disuelven el último lazo entre conocimiento e interés.” (40)

            La historia es la vida, es el texto que conforma la historia, es la vida narrada sobre la base de la memoria de un ser que tiene recuerdos parciales, olvidos, lapsus, intereses, miedos, contenidos conscientes e inconscientes, actos fallidos, etc. Son todas estas características las que se cuelan en el texto histórico, como representación mental, y que permite a partir de la singularidad la reconstrucción de los rasgos más generalizados del grupo humano, socialmente edificado en esa vida individual.

            Según Coulón “...Describir una situación es construirla. La reflexibilidad designa la equivalencia entre la comprensión y la expresión de dicha comprensión.”(41) Tal aseveración es constatada porque la vida ocurre, se desliza en un contexto social, de acuerdo a normas, reglas que rigen para un habla, para un entendimiento en común. Así, mismo la vida, expresada en lenguaje, además, transcurre en un espacio - temporal que determina su transcendencia histórica en un espacio, en un tiempo y en una historia humana. “...Para los miembros de la sociedad, el conocimiento de sentido común de los hechos sociales está institucionalizado como conocimiento del mundo real.” (42) Este sentido, ya lo hemos dicho, deviene como producto del uso cotidiano de un lenguaje que ha sido acordado convencionalmente para el uso generalizado de un grupo social cuyas representaciones están mediadas en lenguaje y se reflejarán en el uso a través de las relaciones con otros.

            La Etnometodología, particularmente, pone énfasis para comprender los modos o usos del lenguaje en la vida cotidiana de los grupos sociales. Las prácticas de los objetos que conforman una sociedad están envueltos y mediados por el lenguaje en sus  diversas formas de expresión y la vida es una forma de exteriorización de éste “...La vida social se constituye a través del lenguaje: no el de los gramáticos y  lingüistas, sino el de la vida cotidiana.” (43) El lenguaje sobre todo, como vehículo para exteriorizar lo vivido, en tanto que fuente de datos para el análisis Etnopsiquiátrico y como texto que es expuesto en forma oral y en interrelación presente y en el presente.  
      
Visto desde este ángulo, podemos pensar en la historia den vida como texto que expresa la singularidad de una vivencia, que es vivida en la comunión del entorno social, y cuyas representaciones mentales y sociales son revertidas en lenguaje, a través de una relación intercomunicacional en el presente, pero condicionada por contenidos del pasado. El sujeto de la historia oral, de la historia de vida, además de ser un sujeto individual es también un sujeto social, un sujeto histórico, su vida es el texto donde se pueden leer los signos  históricos. Para Habermas el sujeto  individual no pertenece por si sólo, al “gran formato”, para ser sujeto histórico es inminente que su mundo intersubjetivo sea el reflejo del discurso social en él. Veamos que dice Habermas al respecto:

“...La idea de un sujeto de la historia que se crea a sí mismo, era y es una ficción; pero en modo alguna es absurda la intención que esa idea a la vez expresa y yerra de ligar la evolución de los sistemas socioculturales al tipo de control que es la autoreflexión en el sentido de una institucionalización políticamente eficaz de discursos (de comunidades intersubjetivos de orden superior autogenerados, por vía discursiva.(44)

            Hemos visto, en efecto, como se materializa la historia de vida a partir de la relación interdialogal, que  envuelve, amén de todo el contexto de ambos intervinientes,  los actos de habla. Desde allí pues, ubicamos al producto  de ese intercambio que involucra al habla, como texto. Un texto que recopila lo vivido, por un sujeto mediado por su entorno y por su lenguaje. En este sentido se comprende que realizar un análisis desde la historia como texto es intentar comprender lo vivido, a través de la información transmitida por el hablante, autor del relato. Así, por medio de este texto nos compenetramos con el contexto social, sus sufrimientos, intereses, motivaciones, en fin con su vida. Al referirse a este acto interactivo del lector con el autor, señala Plummer que “...es el modo en que interpreta el lector el texto lo que se convierte en el objeto de la teorización.” (45) En este sentido, la vida se constituye en un texto oralizado, abierto a la teorización, la comprensión, y el análisis. La actividad o acción discursiva y lingüística  que vive el hombre en relación  permean su consciencia y su esencia humana total. Una vida es eso, el reflejo de los efectos de una relación interhumana, intersubjetiva, en fin social, como reflejo del lenguaje. Resulta claro, entonces que la vida hablada es la vida en signo y signada por la convivencia con otros, también hablantes. La vida es el reflejo de una praxis realizada en comunidad por y a través de una lengua. Entendida así, este proceso puede verse formando parte del ámbito de la acción comunicativa de la cual nos habla Habermas, entendida esta como “...reconstrucción hipotética del saber preteórico que los sujetos  capaces de lenguaje y de acción inevitablemente aplican cuanto, y en la medida en que, participan competentemente en interacciones mediadas lingüísticamente.”  (46)

            En síntesis, sostenemos la idea que sustenta que los actos de vida son reflejos inequívocos del aprendizaje social, específicamente, de los actos de habla.
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La palabras: poema de Mario Benedetti en la voz de Alfredo Zitarrosa.


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NOTAS


1.                  HUSSERL, E. citado por: HUNEUSS, Francisco: Lenguaje, Enfermedad y Pensamiento. 1989, p.39.


2.                   Según Ferdinand Saussure. La lingüística tiene conexiones muy estrechas con varias ciencias entre ellas, etnografía, antropología, sociología, psicología, fisiología, historia, en fin en todo lo que tenga que ser expresado  su lenguaje.

3.                  LORENZER, Alfred: El Lenguaje Destruido y la Reconstrucción  Psicoanalítica. 1973. p.31.

4.                   La Lengua es una determinada como esencial parte del lenguaje y un producto social que pone en funcionamiento un conjunto de conveneciones adaptadas por consenso para ejercer la facultad de comunicarse.

5.                   Saussure Ferdinand instaura el concepto discontinuo de Lengua habla. La lengua es vista con el lengua menos el habla y el habla como el acto individual de selección y actualización, donde el sujeto usa los códigos de la lengua para expresar su pensamiento. Roland, Barthes, Tvzvetan Todorov  otros. La Semiología. 1974, p.p. 18-19.

6.                   Según Chomsky, la persona  que conoce una lengua sabe, normalmente cómo utilizarla para la consecución de determinados fines humanos. Se puede decir que dispone de un sistema de “competencias pragmáticas” que interactúan con su competencia gramatical y la pragmática como dos componentes del estado cognitivo alcanzado en: Ensayo sobre Interpretación, 1982, p. 13.

7.                   Sassure Ferdinand, ob. cit. p.

8.                  Spinkin, Ag. (colectivo) Pensamiento y Lenguaje, 1966, p.65.

9.                   Respecto a la lengua señala Sassure que “...Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, en sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro o, más exactamente, en los cerebros de su conjunto de individuos, pues la lengua no está completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa.” ob. cit, p.57.

10.              Lorenzer, Alfred ob. cit, p. 33.

11.              Icho, Jaime: Transferencia y Sentido en Psicoanálisis. 1985, p. 108.

12.               A través del lenguaje le es posible al hombre, materializa los objetos o ideas que encuentran eco en la consciencia por la creación de pensamientos o conceptos. La posibilidad de pensar y expresar lo pensado, a través del lenguaje, de la palabra se hace posible la objetivación. El lenguaje así visto, constituye la herramienta básica para la creación de lo material, pero, además, para la organización de la vida social, de la comunicación intersujetal y la generación de la actividad cognitiva.

13.               La vida, como texto se hace símbolo en la medida, como lo dice, Todorov “...aunque mediante en trabajo de interpretación le descubrimos en sentido indirecto (...) ese sentido indirecto se refiere al que permanece inconsciente para el autor, pero hacia el cual apunta” en Símbolo e Interpretación, 1992, p.p. 17-19.

14.              Lorenzer Alfred: ob. cit, p. 33.

15.              Halffner Gerd: Antropología Filosófica, 1982, p. 58.

16.              wIttgenstein, Luwing: Sobre la Certeza, 1988, p.59c.

17.              Todorov, Tzvetan: ob. cit, p.9.

18.              Wittgenstein, Luwing: ob. cit, p. 62c.

19.              Todorov Tzvetan: ob. cit, p. 10.

20.              Huneuss, Francisco: ob. cit, p. 85.

21.              Ver: Gazdarú, Demetrio: ¿Qué es la Lingüística?, 1973.

22.               Analista: Abreviatura de la palabra psicoanalista, para significar el que analiza los materiales del analizado. Para lacan, además...al analista se le ha asignado por eso, un lugar en la estructura del inconsciente. El analista forma parte del concepto mismo de inconsciente”. Ver: Recorrido de Lacan de Jacques Alain Miller, 1990, p.8.

23.               Analista guarda la estructura inicial demarcada por el psicoanálisis ortodoxo. El que analiza.

24.              Analizado: Para Lacan es analizando: el sujeto de análisis en la terapia psicoanalista.

25.              Ver Bolles Christopher: La Sombra del Objeto, 1991, p. 331.

26.              Lapassade, Georges: El Analizador y el Analista, 1979, p.19.

27.              Cottet Serge: Freud y el Deseo del Psicoanalista, 1984, p.160.

28.              Fundación Campo Freudiano ¿Cómo se Analiza Hoy?, 1987, p.14.

29.              Ibídem, p.27.

30.              Idem.

31.              Alain Miller, Jacques:ob. cit, p.15.

32.              Cuvallier, Armand: Diccionario de Filosofía, 1961, p.113.

33.              Lacan, Jacques: Reseñas de Enseñanza, 1984, p. 17.

34.              SHÜTZ, Alfred: La Construcción Significativa del Mundo Social, 1993, p.156.

35.              Jena Luc y Lacan: El Título de la Letra, 1981, p.31.

36.              Ferraroti, Franco: La Historia y lo Cotidiano, 1991, p.149.

37.              Shütz, Alfred: ob. cit, p.158.

38.              Muñiz, Vicente: Introducción a la Filosofía de Lenguaje, 1992.

39.              Habermas, Jürgen: La Lógica de las Ciencias Sociales, 1990, p.28.

40.              Ibídem, p.155.

41.              Ibídem, p.428.

42.              Coulon, Alain: La Etnometodología, 1987, p.44.

43.              Idem

44.              Ibídem, p.34.

45.              Habermas, Jürgen: ob. cit, p.45.

46.              Plummer, Ken: Los Documentos Personales, 1989, p.494.

47.              Habermas, Jürgen: ob. cit, p.494.












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