lunes, 1 de octubre de 2012

VENEZUELA: SE DERRUMBA POR LOS CUATRO COSTADOS












Como parte de mis merecidas vacaciones tuve la ocurrencia, justa, por demás, de irme de vacaciones, por tierra, desde Caracas a la región zuliana. Nunca imagine el calvario que tendría que pasar. Un viaje que podría haber realizado, en condiciones normales, en 6 0 7 horas, se me convirtió en un viaje de 12 horas. Así, con el ánimo de llegar temprano a Ciudad Ojeda, salí a las 6 de la mañana y todo iba bien hasta que llegué a Paracotos, lugar donde de repente se estacionó la cola. Y digo que se estacionó porqué, por dos horas y media, la misma no se movió. Tampoco hubo información y todos los conductores estábamos estacionados a la buena de Dios. Dado el silencio algunos comenzaron a apagar sus vehículos y otros nos atrevían ni a abrir sus ventanas. Recuerdo que un señor mayor se me acercó y me sugirió que no abriera las ventanas porqué llevaba niños y casi siempre se acercan malandros y asaltan a los inermes y desprotegidos conductores. Ante tal información un miedo precavido se apoderó de mí y sólo pensé cuál sería la mejor forma de actuar si esto ocurría. Me dirigí al señor que me había hablado y me presenté, luego le sugerí que debíamos estar preparados por si alguien extraño se acercaba con fines dudosos. Nosotros no podemos estar sin un plan, le dije, si se acerca alguien debemos actuar en grupo y cada quien con lo que tenga a la mano. Somos bastantes y si vienen en motos les podemos impedir el paso. También los podemos atacar con piedras y con cualquier otro objeto contundente. A esta conversación se fueron uniendo otras personas y cuando ya nos estábamos poniendo de acuerdo, tímidamente se empezó a mover la cola. Después supe que el motivo de la tranca que duró dos horas y medias fue que una gandola chocó con otra que estaba esquivando un hueco, mientras la otra intentaba pasarla. Ya disipada la cola nos encontramos con cientos de camiones y gandolas ante una de las cuales apresuré la marchar al notar que el chofer estaba haciendo movimientos que indicaban pérdida del control del vehículo. Razones: quizás un chofer dormido o un auto desajustado. A todas estas vigilancia vial, bien gracias.

Ahora bien, cuando arribé a Valencia y proseguí vía Puerto Cabello, me sentí más tranquila, no sabía lo que me esperaba más adelante. Allí estuve transitando a la minima velocidad y rodeada de vehículos pesados. La razón están arreglando la vía pero la operación morrocoy tomó cuerpo. De hecho, cientos de camiones, camionetas y gandolas me acompañaron hasta llegar a mi destino, es decir, hasta el Zulia. Me pregunto si estaban rentados para desalojar la comida podrida de Pudreval. Todo es posible.

Por cierto, cuando llegué al Palito rumbo a Morón se puso frente a mis ojos la Refinería del Palito. Cielos, luce como un poco de chatarra amalgamada por el oxido y el impertinente humo. Realmente, uno no llega a saber si algo se está quemando y sí de allí está saliendo algo de valor. Al enfilar la salida de Morón y su caótico del paisaje viene una pequeña vía ida y vuelta la cual está aderezada de baches y huecos que por l angosto de la vía no puedes esquivar. Situados allí, nos toco otro tramo que va desde Morón a empalmar con la autopistas Rafael Caldera- que hoy no sé con que nombre la rebautizaron- es una vieja carreterita doble vía llena de huecos, camiones, vendedores, bicicletas, motos y un inmenso Cráter o deslizamiento que corta el transito a una vía, por un espacio de hora y media. Cuando, por fin, llegas a la autopista, ya estás pensando que todo está bien hasta que intentas colocarte en una de las rutas señaladas y tienes que hacer como los borrachitos que pasan de una lado a otro, para no caer en los tremendos y consecutivos huecos que son el adorno de esta carretera. Te salva que comienzas a ver Santos a todo lo largo y la rezadera te entretiene o te salva no llegas a saberlo hasta arribar a tu destino final. Al arribar a Lara encuentras una variante que te ayuda a avanzar un tramo largo hasta que avizoras los ranchos de los invasores que ya están comenzando a invadir la autopista y por cuyas vidas tienes que velar para no meterte en un lío si se colocan al tiro de tu carro. La vía de la Lara Zulia es otra tortura de dimensiones inimaginables, a cada cien metros te encuentras al menos 10 policías acostados que impiden el paso fluido de los vehículos. La razón vendedores de café y limones. Todo un caos. Y, por si fuese poco, matorrales que impiden la visión, motos, burros, vacas, chivos, bicicletas, transeúntes, huecos, derrumbes, basura y demás obstáculos, que te impiden transitar libremente.

Por lo que he escuchado de parientes, amigos, vecinos y denunciantes todas las vías de comunicación del país sufre el síndrome del derrumbe.
¿Cuál será la intención de tanta negligencia?
¿Será para que cuando llegue la hora de tener que comunicarnos sean los policías acostados, huecos, derrumbes, basura y animales lo que nos impida llegar a nuestro destino?
Me cuesta creer que sea descuido.

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